Una vez más
salimos a la montaña!!!… Así nos despedimos brevemente de Buenos Aires el 18 de
julio rumbo a Salta, hacia una nueva aventura, a un nuevo lugar; con un grupo
de personas que por primera vez visitarían una montaña en situación de
mochileros, los cuales con mucho entusiasmo y muy poca experiencia se
sumaban a esta travesía en las alturas salteñas…
Con solo 25 días de anticipación se formó el grupo de caminantes:
alumnos y conocidos de ellos, con muy poca experiencia, pero
con un entusiasmo por hacer y vivir algo nuevo que complementaría esa falta;
todos con una aptitud física comprobada en sus largos días de entrenamiento
grupales y grandes indicios actitudinales necesarios para sobrellevar unos días
de experiencias agrestes… comportamiento más que importante para predecir
que sus días en las alturas sean superados con integridad, asegurando un
bienestar para cada uno y para sus compañeros de caminata.
El lugar a visitar, la Quebrada del Toro, también era nuevo…. Los
datos reunidos indicaban que sería un trayecto sencillo de hacer, sin grandes
dificultades. Salta ofrece lugares muy lindos para recorrer, rincones
ancestrales a los cuales únicamente se llega a pie, a fuerza de las piernas,
del corazón y de la cabeza…. Se aceptó el desafío y se llevó adelante el
proyecto de visitar la Puna e incursionar en sus senderos desconocidos.
La ocasión requirió de una reunión informativa donde se intentó explicar
a los osados aventureros sobre las dificultades, equipamiento y preparación
para tener una exitosa travesía. Por supuesto todos los datos eran estimativos
(subestimados en algunos casos, ya que el lugar nos brindaría una impresión
bastante diferente a lo que verdaderamente yo pensaba… sus alturas fueron más
altas, sus distancias más largas, sus horas de caminata todavía más extensas).
Salta, Ing. Maury, Quebrada del Toro: una región árida, de altura
expuesta al clima seco de la puna salteña, serían dos días de caminata por
filos y quebradas terminando al tercero y cuarto día en una zona selvática de
la yunga salteña…..del seco calor de la puna a la humedad de las yungas, con la
dificultad de adaptarse al mal de alturas, al calor, al frío y a la escasez de
agua…..Muchas variables a planificar para una travesía breve aumentaban la
emoción de lo desconocido.
TRAVESIA QUEBRADA DEL TORO-QUEBRADA DE SAN LORENZO
Día 1, El Inicio
El sábado 19 de julio bien temprano, ya estábamos partiendo del Hostal
Exxes rumbo a la Quebrada del Toro, Emiliano, Vicky, Bettina, Gabriel,
Martin, Luciana y Mariela, nuestra compañera salteña, se sumó al viaje con el
entusiasmo de pasar unos días en la montaña. Lo que para nosotros es una salida
de altas expectativas, para ella es un paseo por el parque… Por supuesto su humildad
hizo que todos se sientan cómodos con su presencia, la cual nos favoreció
gracias a su increíble experiencia. Atrás haian quedado toda la experiencia de
Lala y Laura que con un día para el olvido habían perdido en Buenos Aires el
día anterior.
A unos 70 kms de la ciudad de
Salta, y luego de casi 60 minutos de camioneta, llegamos al puesto de
gendarmería ubicado en Ing. Maury, una pequeña estación por el cual pasan las
vías del Tren de las Nubes. Bajamos, calzamos las mochilas, pañuelos,
agua, lentes campera, bastones y la infinidad de bártulos que llevaríamos con
nosotros los días siguientes. Todo un ritual en absoluto silencio, fueron 10
minutos de mirarnos, sonreírnos, mirar al suelo, la montaña, el compañero y a
marchar!!!....Nos sacamos la foto de inicio, nos deseamos suerte, nos
registramos y sin tantas vueltas más dimos el primer paso cruzando la ruta y
pisando las faldas del cerro.
Quebrada del toro es un corredor muy ancho por donde pasa el Tren de las
Nubes, la ruta que nos lleva a las ruinas de Tástil, San Antonio de los Cobres
y casi en su final, luego de 300km a Tólar Grande… Pueblos de altura que
resguardan infinidad de actividades para el montañista, lugares que sólo se
pueden recorrer con el andar de los pies y la mochila a cuesta cargada de mucha
agua.
La cara norte de la quebrada tiene una senda que sube hacia su abra en
forma de zigzag, con una tonalidad oscura de piedras grandes que nos brinda un
camino ancho y fácil de transitar. Una subida larga, pero tenue que alterna en
ocasiones caminos medianamente planos que nos permiten recuperar el aliento y apreciar
la cara sur de la quebrada, que pinta el paisaje de un color rojizo-naranja, el
cual con las primeras horas del día hacen que el lugar en donde estamos sea el
mejor mirador posible.
Eran las 11 de la mañana cuando empezamos a caminar en dirección al Abra
de la Virgen.La mañana estaba fría en Ing. Maury; el sol ya estaba cerca de
tocar la cara norte y las primeras dudas eran si seguíamos con la campera o ya
era momento de desprendernos de ella.
El plan era caminar y ver cómo nos recibía la montaña, encarar la subida
y entender que todo lo que teníamos a cuestas lo transportaríamos hasta el
último día, ya no había chances de reducirle peso a la mochila… Había que
probar lo que teníamos, ver cómo era nuestra relación con el equipo, con la
montaña y sobrellevar lo que viniera.
Las primeras sensaciones de ahogo no se hicieron esperar: falta de aire,
hiperventilación, calor, dolor muscular, sed, etc. Todo llegaba tan repentino,
tan inmediato… como las dudas de saber si esto lo podía hacer, si realmente
estaba preparado física y mentalmente para subir esta cuesta…. Un súbito
aumento de la frecuencia cardiaca (potenciado por una breve sordera producto de
la altura) era una nueva y extraña sensación, pocas veces experimentada por la
mayoría. Nuestro corazón estaba a punto de salirse del pecho… un golpeteo
vigoroso!!... como si quisiera pedir permiso para
salir….toc-toc-TOC-TOC!!!!!....Cada vez con más fuerza intentaba demostrar que
ahí estaba él, que si no aflojaba sonaría más fuerte y se haría escuchar!!!
La subida continuaba, las piernas se endurecían y también acusaban
cansancio; los dolores se hacían presente… la mochila mostraba su rebeldía y
presionaba sobre los hombros dando inicio a una lucha difícil de ganar…
Sólo habían pasado 40 minutos de subida y nuestro estado era terrible,
nada se ajustaba, todo costaba cada vez más... ¿Dónde me metí… qué estoy
haciendo? ¿Voy a poder?.... Preguntas y preguntas aparecían en ese momento…
a ninguna podíamos darle respuesta. Dudas y más dudas se hacían presente…
había que luchar contra ellas y alejarlas de nuestras mentes...
Paso a paso la montaña no cedía, el cuerpo se fatigaba y los
pensamientos negativos se apoderaban de nuestra voluntad; todo parecería
extremadamente duro….Los minutos pasaban y cada caminante intentaba ganar su
lucha... ¿Cuánto más, qué tan largo? Las miradas se cruzaban,
los gestos de desconcierto aparecían en cada curva hacia arriba … Vamos!!!,
eran mis palabras…
Una y otra y otra vez los alentaba a seguir, a olvidar lo que les estaba
pasando; a disociar nuestra mente de lo que acontecía en nuestro cuerpo… que
comprendieran que esto era normal y que pronto el organismo se vería obligado a
aclimatarse. Había que aguantar, había que seguir…
Se planteó una estrategia: 50 minutos de marcha por 10 de descanso. Gaby
ocupó el rol de administrar los tiempos por ser el único con reloj (grave error
de parte mía de no llevar el propio) con lo cual fue el receptor permanente de
los benditos “¿cuánto falta? ¿cuánto queda? ¿cuándo paramos?”….
Así pasaron unas tres horas hasta que llegamos al Abra de la Virgen. Nos
despedíamos de la Quebrada del Toro para ver desde muy, muy arriba, allá lejos
el paraje Inca-Huasi (Inca Grande).
Llegamos a una pirca, un pequeño santuario para venerar a la tierra y
pedir permiso para transitarla… Una breve parada para picar algo y a empezar a
bajar al fin. La felicidad de ver que ya no había que seguir subiendo se notó
inmediatamente: del desalentador andar hacia arriba se pasó a un alegre
transitar por la senda… Ahí estaba el destino! A la vista del grupo, el
objetivo era andarlo y llegar a un sitio que nos brinde suficiente agua para
armar nuestro campamento.
Iniciamos la marcha rumbo noroeste por un camino entre cardones, polvos,
piedras… con un sendero ondulante que se amoldaba a las curvas del cerro.
Caminamos varias horas viendo a lo lejos las ruinas incas… Marchamos,
marchamos pero el campamento no parecía estar más cerca…al contrario, las horas
pasaban y la senda no terminaba…. Por momentos el sendero era sumamente
estrecho y vertiginoso donde solo se podía marchar de a una persona, la
estrategia en esos tramos fue caminar uno muy pegado al otro para brindar
seguridad, ya que verdaderamente este se encontraba muy elevado en relación al
fondo de la quebrada.
El calor persistía y la sensación de sed iba en aumento, la pregunta de
todo el grupo giraba en torno a ¿Habrá agua en el campamento?...
Nos deteníamos según nuestra estrategia y mirábamos lo más lejos que
podíamos, intentando ver un hilo de agua, un arroyo, un charco….Había que
encontrar agua para acampar y la única forma de saberlo era acercarnos a las
ruinas.
Al fin llegamos hasta ellas, caminamos unos metros más y junto a un
puesto abandonado armamos nuestro primer campamento a las 18hs… Hora del día
más que aceptable para llegar, acomodar nuestro equipo, comenzar a cocinar,
disfrutar de un campamento de montaña… y hasta de un reconfortante café
capuchino!
Todo se estaba dando según lo planeado, el grupo había marchado con gran
desempeño y adaptación en su primer día de trekking.
El clima resultó inmejorable, noche fría, despejada, sin viento.
Nos albergamos en un rincón del rancho abandonado donde cada uno desplegó su
mayor ingenio para armar la carpa, cocinar, conseguir agua, avivar un fogón,
etc… Una velada imponente con algo de música, sonrisas, palabras y
silencios bajo un manto de estrellas más que admirable.
Día 2, sube, sube!
Una mañana no tan fría, sin viento y con un alentador indicio de que el
día sería maravilloso. Las primeras risas desde el interior de las carpas no se
hicieron esperar; una noche entre unas apretadas lonas devela rápidamente
nuestro dormir, nuestros ruidos y costumbres nocturnas….Risas y más risas, gritos,
saludos de buenos días se mezclaban en el amanecer de Inca Huasi. Buenos
días!!, Arriba!! Desayuno, un pasivo desarmado del campamento
acompañado de una actitud más que positiva para encarar el día de marcha… Al
parecer, el trayecto sería largo con lo cual la decisión de salir temprano
resultaba acertada…
Una breve visita a una ruina, el Sillón del Inca (construcción que
data de unos 500 años con un extraño sillón de piedra encastrado en la pared
con forma de trono), que invitaba a sentarnos y sentirse emperador, rey,
jefe por un ratito…para la foto, que no podríamos difundir ya que sin
intenciones estábamos colaborando al deterioro de dicha ruina… Nos dejamos
llevar por el entusiasmo.
Era hora de seguir, paso rápido hacia el camino y desde ahí hacia
el Abra de la Cruz, confluencia de los ríos bravos y el campamento.
Parecía poco 14km; era el plan… El día nos diría si así sería!
Entre vueltas y vueltas salimos una hora más tarde de lo programado.
Caminamos por un sendero bien marcado rumbo norte a paso controlado como
soldaditos hacia la guerra; el agua estaba garantizada para la primera parte
del camino: un sendero a 3000 msm agradable de transitar.
Por momentos calor, por momentos frío, íbamos subiendo levemente hasta
alcanzar el Abra de la Cruz donde llegaríamos a lo más alto de la travesía, lo
más cerca del cielo, lo más cerca de sentirnos volar.
El abra es un paso entre dos cerros, dos cumbres o bien la parte más
baja de un filo, un pasaje que nos permitía cruzar hacia otra cara de la
montaña sin necesidad de llegar muy arriba, un punto muy alto que nos permitía
ver filos de montañas algo más bajas, cumbres, valles, etc.
Por segunda vez superaríamos los 3300msm... Desde allí podíamos ver
hacia dónde íbamos esa jornada; estábamos tan alto que el paisaje se perdía
frente a nuestros ojos… al parecer bien a lo lejos podía apreciarse la ciudad
de Salta, lo que indicaba que el rumbo seguido era el correcto.
Caminamos por el abra y luego de unos minutos iniciamos un descenso
pronunciado hacia un cuenco en la falda del cerro. Era nuestra primer bajada
abrupta entre un sallar -camino de piedras sueltas-… Momento de usar bastones y
de dominar nuestro equipo en una posición más que desfavorable.
Los primeros pasos fueron lentos, cautelosos, hasta ganar confianza y conseguir
un paso ligero acompañado por el envión que nos daba esa gran pendiente…
Dedos apretados, dolor de rodilla, un poquito de vértigo y ya nos encontrábamos
en un pequeño valle que separaba dos cerros bien altos enfrentados entre
sí.
Ya era pasado el mediodía; el plan apuntaba a encontrar algo más de agua
y disfrutar un rico almuerzo en un puesto que divisamos desde lo alto del abra:
un rancho humilde construido con piedra y barro habitado por la familia
Padilla, curiosamente igual que mi apellido!!!
Ladridos, perros, sonidos de vida nos decían que la casa estaba
habitada. Nos presentamos con la Sra. Padilla y el Sr. Cruz, una niña y algunas
gallinas y perros que merodeaban por el puesto. Sorprendidos por la cordialidad
y predisposición comenzamos a ofrecer parte de nuestra comida: salamines, atún,
chocolate, golosinas… Todo era válido para aliviar peso y responder al grato
recibimiento de la familia.
Nos sentamos un rato
entre las piedras de la casa mientras la Sra. Padilla nos invitaba papas
andinas y queso de oveja, una rareza irresistible en nuestro menú diario. Papas
evidentemente hervidas con cáscara y todo!!!...Un mordisco, dos y al tercero un
pequeño detalle asomaba entre las huellas que iban dejando nuestro dientes;
para la sorpresa de todos algunos pequeños gusanos aparecían en esa delicia…
Miradas cruzadas, breves comentarios y mucha actitud para continuar con lo que
se había iniciado. Era eso o la repetida porción de salamín ya conocida...
Sabíamos que en estos lugares los alimentos eran difíciles de conseguir, así
que con un poco de sutil delicadeza quitamos tales molestias y continuamos con
la operación...Al fin y al cabo, estaban más que sabrosas!!....
Nos despedimos de la familia, desprendimos a Betty de su charla con
nuestros anfitriones y -luego de fracasar una posible negociación por unas
mulas- continuamos el camino hacia el valle del río Bravo. Caminamos una hora
más hasta dar vuelta sobre el cerro que antes veíamos de frente; llegamos
a un mirador muy alto que nos permitía divisar a lo lejos, muy lejos la ciudad
de Salta. En línea recta, la calculábamos a unos 20km aproximadamente y desde
donde estábamos era más que seguro encontrar señal de celular… así fue que
luego de comprobar que en Buenos Aires todo marchaba bien, que nada había
cambiado en dos días, comenté a los chicos dicho privilegio.
Mensajes de whatsapp, texto, face, llamados, correos, fotos, todo, todo
nos devolvía un poco a la civilización. Unos minutos de euforia comunicacional
y a seguir!!!!....
Ya veíamos el río y su confluencia, que nos brindaría agua para acampar,
el sitio elegido para pasar la noche. La experiencia del día anterior nos
decía que debíamos andar muchas horas hasta llegar al lugar. Divisar el final
del camino puede resultar desalentador si sobredimensionamos nuestro
entusiasmo… La paciencia, el control, la resistencia serían las cualidades
necesarias para llegar al final de la jornada… Un duro camino de bajada hacia
la confluencia de dos ríos nos estaba esperando.
Iniciamos el descenso intentando encontrar el sendero adecuado, bajando
entre piedras cubiertas de estepa tratando de decidir entre el camino largo y
seguro o el vertiginoso y rápido. En esta ocasión, el primero sería el elegido.
Caminamos en dirección al rio mientras veíamos un largo filo que
comenzaba en nuestros pies y terminaba a orillas del río, allá… muy a lo lejos.
El descenso zigzagueaba entre pastizales, piedras, huellas de animales...
demasiadas señales para parecer un paraje tan solitario.
A unos minutos de caminata comenzó el ladrido de unos perros, dos
pequeñas mascotas que ladraban furiosamente mientras nos acercábamos a una
vivienda. Mientras más cerca, más intensificaban sus ladridos!!! Ladraban y
miraban hacia adentro de la casa como avisando que alguien se aproximaba y que
esperaban instrucciones de cómo recibirnos.
Como era de suponer, el primer grito de “quieto!” no se
hizo esperar… Tímidamente se fue asomando una mujer de unos 60 años
aproximadamente que, con su presencia, convirtió a esas dos fieras en dulces
mascotas juguetonas, inquietas y necesitadas de caricias… Ahora movían sus
colas con tanto entusiasmo que acariciarlos era una tentación.
El descenso continuó luego de unos minutos de charla con doña Cruz;
había que seguir ya que la luz del día se iba acabando mientras el sol
comenzaba a perderse en los filos por donde habíamos caminado horas atrás…
A pocos minutos de marcha nos cruzamos con un jinete, el
esposo de doña Cruz, que venía del río donde había dejado a sus nietos para que
al otro día fueran al colegio.
Increíble forma de vida! Luego de dos semanas de pasar sus
vacaciones en el puesto de sus abuelos, en el medio de los cerros, los chicos
hacían una jornada a caballo para pasar 15 días en una escuela de montaña donde
concurrían niños de todas las edades, de todos los parajes, a estudiar.
Moría por ver ese lugar, la escuela, cómo funcionaba y por supuesto,
conocer a sus educadores; quizás al charlar con ellos podría desechar cualquier
malestar que me causa la vida mundana en la ciudad. Me hubiese gustado
apreciarlos y entender un poco más cómo se vive en la montaña.
Volviendo a Don Cruz, se lo veía muy contento (algo entonado
quizás)...Sonreía e inspiraba confianza… “La vida es corta” decía
y nos invitaba a seguir charlando. Entre risas y frases, nos fue indicando
lentamente por dónde continuaba el camino.
Lamentablemente no teníamos mucha luz para seguir escuchando sus
interesantes palabras, con lo cual decidimos proseguir viaje, mientras arriesgábamos nuestras
propias conclusiones acerca del estado de nuestro ocasional encuentro con
este jinete tan particular… el color de su piel ¿se debía a su exposición
al sol… o acaso venía medio mamado??!!
Seguimos bajando por una estrecha y profunda huella que apenas nos
permitía maniobrar nuestros pies, puesto que el fondo se encontraba llena de
piedras sueltas….
Ya se estaba acabando el día y la mochila pesaba, los pies dolían, las
piernas se arrastraban cada vez más, el frío, la oscuridad nos iba atrapando y
eso hacia aumentar nuestro ritmo de marcha de forma inconsciente… La necesidad
de llegar se hacía notar a cada paso; ya estábamos a la altura del río pero no
veíamos el agua, lo escuchábamos correr con fuerza pero ya no podíamos
distinguirlo.
El camino se perdía entre matorrales que tornaban nuestro
andar todavía más difícil. Por primera vez el grupo se separaba para agilizar
el campamento, con lo cual los más ligeros de ese día se adelantaron unos
cuantos metros… Sabíamos que la noche nos sorprendería y dispusimos ese plan
para encarar la situación.
Martin, Emiliano, Gabriel y María fueron los que avanzaron; las
comunicaciones por radio eran frecuentes; queríamos dejar de caminar y para
ello deberíamos encontrar agua.
Caminamos… Caminamos hasta que
las linternas se hicieron protagonista, la marcha, silenciosa y el sendero
comenzó a tomar curvas confundiendo el rumbo. Bajamos la velocidad y con paso
más cauteloso fuimos uniendo el camino que los chicos recorrieron adelante.
Vicky, Lu y Betty venían parejas, sin complicaciones más que el
cansancio normal de la jornada; la certeza de saber que faltaba poco y la lucha
por resistir favorecía a los caminantes… Había que seguir, seguir hasta
encontrar agua!
Llevábamos ya casi dos horas en la oscuridad cuando el mensaje de Martin
resonó en el handy: “Encontramos un arroyo!!!”... La respuesta fue
inmediata… “Acampemos!!!”.
Con la noticia de que nuestro andar finalizaría en breve, todo fue más
sencillo. A pesar de no poder ver los rostros de los chicos, se notaba en su
tono de voz un alivio, una alegría por saber que el día terminaría en corto
tiempo.
Llegamos a la orilla de un arroyo aproximadamente a las 20hs. En medio
del camino, buscamos lugar para acampar sin alejarnos demasiado… y a pesar de
recorrer varios metros no logramos encontrar un espacio aceptable. La única
opción era armar las carpas en el medio del sendero, en su parte más ancha: un lugar
muy accidentado, piedras, matorrales, desniveles…
Sin muchas vueltas y luego de correr varias piedras para “nivelar” el
terreno, armamos campamento casi de inmediato! El cansancio era notorio, (ya
muchos pies daban señales de molestas ampollas) casi nos obligamos a
cocinar, abrigarnos y cenar. Había que hacerlo y de manera rápida ya que la
temperatura bajaba con velocidad.
Cenamos muy próximos, tomamos algo calentito y sin demasiado ritual
nocturno fuimos a dormir en medio del camino a casi 3 kilómetros del destino
programado… Cansados pero satisfechos por conseguir adaptarnos un día más a las
dificultades que nos proponía la puna salteña.
Día 3, Agua!
La Noche había sido inmejorable el cansancio derroto a la mayoría de los
caminantes y ni sus camas de piedras desnivelada en medio del camino, el
intensivo viento que sopló durante la noche no fue suficiente para perturbar el
descanso, el sueño de los trekkers…. teníamos un plan y para cumplirlo había
que descansar y levantarse temprano. La primera en despertar fue Mary quien se
despedia de nosotros por no contar con mucho tiempo para seguir caminando, ese
mismo día tenía que presentarse a trabajar y para ello tomaría un sendero hacia
la ruta para conectarse hacia la ciudad, 6am ya estaba despierta, 7am ya estaba
marchando hacia su nuevo rumbo, nos quedábamos sin la gran ayuda de nuestra
caminante local, su experiencia, humildad, capacidad nos llenaba de admiración
en cada parada; “nos vemos en Salta el Martes así tomamos algo nos dijo” y
arranco.
Levantamos campamento con tal agilidad que luego de una hora ya
estábamos listo para comenzar a caminar, hidratación, baño, equipo preparado a
marchar! A solo 30 minutos de caminata llegamos a la confluencia del río Bravo
con otro que desconocíamos su nombre. A solo 100m campamento nos encontramos
con un rancho deshabitado con un espacio verde y suave donde pudimos armar el
campamento la noche anterior pero con la oscuridad no logramos ver, el camino
era sencillo, único no había forma de perderse, pero la decisión de no cruzar
el río de noche y acampar cerca del agua creíamos que era la mejor.
Llegamos al punto donde los caminos se desviaban acompañados de un sol
radiante, caluroso que al parecer nos acosaría toda la jornada, hicimos la
primer parada para quitarnos los abrigo, remeras era la mejor opción para no
volver a sufrir el sofocón que nos dio esos 30´de caminata. Paramos en el
camino mientras intentaba encontrar el rumbo en el GPS y algún poblador que
ratificara que la dirección que este aparatito indicaba. Subimos hasta el
puesto de salud a la otra orilla del río y mientras se armaba un pequeño
descanso con Martin fuimos al encuentro de un sr. Flores, creo que se llamaba
así, quien con suma amabilidad nos señalaba que estábamos en el camino correcto,
su relato parecía sencillo; caminas hasta la playita, ves la casa, subís la
quebrada, cruzas por el abra de Limachi, bajas un poco hasta encontrarte con un
puesto y de ahí a la lagunita…Martin copiaba parte del mensaje y yo parte del
otro, una forma de hablar muy distinta a la nuestra, había que buscar la forma
de retener el máximo de información posible. El sendero era el correcto pero
las dudas de la simpleza del camino resonaban con gran incertidumbre, nos
despedimos de nuestro informante a quien interrumpimos su visita al baño,
agradecimos su tiempo y sus deseos de que nos vaya bien en el día. Bajamos
nuevamente hacia el arroyo y a solo unos metros salimos a un pequeño establo
donde Jimena Cruz (10 años aproximadamente) y su hermano (6 años aproximadamente),
se sorprendían de nuestro aparición, evidentemente poca gente pasaba por ahí,
poca gente con aspecto de mochilero y eso les llamo la atención, firmes como
soldaditos en fila, nos saludaron gentilmente mencionando sus nombres y
apellido, consultamos que hacían, dónde iban?, cuánto tiempo? A lo cual
respondían enérgicamente Sí o No!...nos despedimos de ellos y con la buena
noticia de tener rumbo confirmado salimos río arriba. Mochila montada sobre los
hombros, ajustes del cinturón, botellas cargadas, gorros, lentes, buff,
guantes, bastones todo, todo estaba listo para marchar hacia la quebrada
que nos ascendería nuevamente a otro cerro. A pocos pasos de caminar una
polvareda se acercaba hacia nosotros cortamos el paso y nos paramos al costado
del camino, con mucha curiosidad vimos pasar 3 a 4 caballos montados cada uno
por 2 a 3 personas!!...bajaban hacia confluencia para encontrarse con los niños
Cruz y de ahí seguir camino hacia la escuela, era lunes!, comienzo de clases y
los chicos montados en sus transportes vestían sus prendas gastadas por la vida
de montaña, opacadas por la exposición al sol, caras curtidas pero sonrientes
nos saludaban con mucha curiosidad, se los notaba felices por el día de inicio
y sorprendidos a la vez por encontrar en medio de camino a unos cuantos
extraños con mochilas gigantes rumbo hacia no saben dónde.
Nuevamente en marcha nos dábamos cuenta que la relación con nuestra
mochila había mejorado, que la lucha entablada los días anteriores no tenía
sentido y que había que llegar a un acuerdo, te aflojo el peso a cambio de que
me des un respiro!!!, me sueltes los hombros y no me quemes la espalda!, ese
fue nuestro pedido!, el cual no siempre fue bien recibido por el inerte bolso;
a veces quemaba y otras ni existía, en ocasiones quitarse la mochila nos daba
la sensación de que una parte de nuestro cuerpo nos faltaba, que una sensación
de liviandad era imposible en este lugar, entonces en vez de quitarnos las
mochilas en esos gloriosos 10 minutos de descanso reposábamos sobre ella, la
abrazamos, la abrimos, la cerramos, limpiamos buscando un poco de compasión en
ella, algo de compañerismo!!!, después de todo ella sin nosotros no llegaría
nunca a destino y aunque las ganas de revolearla seducía hasta el más fuerte
nosotros tampoco llegaríamos sin ella, sin su valiosa carga. Nos abrigaba, nos
alimentaba, nos daba de beber, nos guardaba materiales indispensables para
poder seguir, con lo cual su poder sobre nosotros era más que dominante, había
que llevarla!.
Luego de una hora de caminata llegamos a una playita donde parecía estar
la subida, no había marcas de camino o huellas de personas, paramos a descansar
y Gaby se ofreció como voluntario para ver si el camino pasaba por ahí, el
calor era sofocante y cada pausa era más que necesaria para reponerse, usar ese
tiempo para seguir caminando fue un gran gesto aceptado por la mayoría. Gabriel
volvió a los pocos minutos concluyendo en que el camino no seguía por ahí,
había algunas huellas pero estas se perdían en los matorrales. De pie nuevamente
y con mucho esfuerzo seguimos río arriba intentando encontrar un sendero para
poder caminar con el menor esfuerzo posible. Un andar silencioso se apodero del
grupo mientras los lentes, sombreros, gorros ocultaban el cansancio de nuestros
rostros. Continuamos la marcha entre piedras sueltas, redondeadas, puntiagudas
de todos los tamaños, colores, formas un andar muy difícil que demandaba
extrema concentración para no accidentarnos con una caída, los pies dolían y
las piernas pedían a gritos salir de ese ancho río que apenas llevaba un
chorrito de agua, demasiado caudal de piedras pero muy poca agua. Caminamos,
caminamos hasta encontrar un rancho habitado al otro lado del río, había que ir
a preguntar si estábamos acertados en nuestro andar. El grupo se sentó en entre
la piedras a refugiarse del sol mientras consultaba al dueño del rancho si
estábamos bien orientados?, la respuesta fue positiva!. Sí están bien!! Pero la
subida al abra la pasaron hace un kilómetro tienen que regresar nos dijo el
baqueano hijo de Don Flores, quien vive en confluencia. La noticia tenía su
lado bueno; estábamos orientados, pero su lado malo era desalentador y había
que compensarlo; volver por el mismo camino feo, accidentado desmoronaría al
más entusiasta, había que hacerlo, si o si!!!....entonces se me ocurrió
plantear la noticia desde el “tenemos que volver, pero cuando lleguemos al
camino almorzamos y hacemos una mini siesta”. Ni yo creía lo de la siesta pero
tenía que intentarlo, caminamos hasta la playita que antes habíamos pasado, nos
instalamos sacamos las rapiditas, jugo, atún, pate, twistos y a reponer
energías, había que levantar el ánimo ya que nos esperaba una subida larga y
desconocida. Sabíamos cuanto había que subir, pero no de qué forma….estábamos
cansados y el sol seguramente nos aplastaría toda la tarde, era mediodía y a la
sombra seguíamos sofocados, (pensar que 15 días atrás toda esa zona se había
cubierto de nieve por una ola de frío que había azotado a Salta) estábamos
preparados para el frío, pero no tanto para semejante calor!.
El cansancio físico nos juega en contra muchas veces, el calor, el
hambre, la sed, el dolor hacer que nuestra fortaleza se doblegue…era la primera
experiencia de este tipo para la mayoría de los chicos y verdaderamente lo
estaban haciendo con terrible entereza. Había que seguir y para ello
necesitábamos gran parte de nuestras fuerzas, Gaby se quiso disculpar porque
desde su punto de vista no logro ver el camino y caminamos demás a causa de
ello, por supuesto que no tenía la culpa!!, era un camino difícil, había que
barrer todo el arroyo entre matorrales y piedras. No habían culpables, asi es
la montaña y las dificultades no se notan hasta que aarecen…luego de tener un
almuerzo y descanso reparador ya estaba mejor para comenzar a subir.
El calor seguía siendo envolvente, el sol estaba muy arriba, había que
salir si o si o la noche nos sorprendería sobre el filo. Ya almorzados,
hidratados, descansados nos propusimos seguir andando dispuestos a iniciar la
subida. Nuevamente la siesta había sido un pendiente a conseguir y la deuda se
mantendría vigente. Ya todos de pie, con la mochila calzada con un rostro de
poco entusiasmo, nos pusimos en marcha, en general en el momento de arrancar
todos se dan una palabra de aliento, un empujo, una palmada un indicador más
que valioso para ver el estado de cada uno, al parecer Betty no estaba entera,
habían sido unas horas difícil por el camino, el calor, el cansancio, sin
considerar la lucha que venía librando ella cometí el error de subestimar su
mochila con un “esto no pesa nada Betty”, que en situación normal para
cualquier otro caminante, para ella misma, en otro contexto hubiese sido una
respuesta graciosa o desafiante, pero en este caso solo tales palabras
aumentaron el peso sobre su espalda, su lucha emocional contra lo nuevo, lo
arriesgado, lo vertiginoso venía siendo favorable, pero los desafíos eran
constantes y las respuestas debían ser inmediatas. Momento más que
desafortunado para desestabilizar la fortaleza que había obtenido junto a su
mochila, la subida era dolorosa, calurosa e interminable, entre pastizales,
polvo y piedras sueltas sentíamos que nuestro cuerpo se calcinaba en cada paso,
la deshidratación eran constante al punto que al cerrar la marcha (ultimo en la
fila) podía ver en el camino, entre el polvo, rastros de sudor regado en el
sendero, alguno de los chicos estaba perdiendo mucha agua dejando gotas de
sudor a lo largo del camino, no teníamos demasiadas opciones contra el calor,
paramos, nos hidratábamos y seguíamos. Un camino árido, desnivelado, difícil de
recorrer. A esa hora del día el sol no daba tregua, nos exprimía, nos
doblegaba, apenas unos pobres árboles, despojados de hojas, nos daban un poco
de sombra y un espacio para desplomar nuestros agotados cuerpos, el evidente
desgaste de cada uno ya no se ocultaba, había mucho camino por seguir subiendo,
para que luchar por ocultar algo?, algo que entre un grupo de personas, con las
mismas emociones, dificultades, situaciones podía ser normal, todos estábamos
cansados, acusando dolores varios casi al borde del cansancio extremo y lo que
todo ello implica, agregado a eso el agua que teníamos era muy poca a
pesar de que veníamos racionando y llegar a conseguirla era de suma urgencia.
El recuerdo de la primer subida de dos días atrás se sentía maximizado;
Gabriel sentía el cansancio en sus piernas mientras que su corazón se aceleraba
rápidamente; Luciana eligió el silencio aunque su andar no era el mismo, su
cuerpo mostraban fatiga en sus pasos temblorosos a cada paso se notaba el temblequeo
en sus gemelos; Martin acusaba un dolor en su aductor producto del cansancio,
Betty no hablaba pero su rostro decía todo, evidentemente su carga había
aumentado enormemente desde el almuerzo en el arroyo y solo ella podía
descargar tal peso, Emi también marchaba en silencio, su urgencia por terminar
dicho esfuerzo lo ponía adelante del grupo junto a Vicky que al parecer buscaba
lo mismo también con indicios de fatiga general que acusaba en sus breves
parada, iba adelante y gozaba de una ventaja sobre los demás con muchos
breves descansos acostada sobre su mochila. Llegamos casi a las 17hs a una
quebrada que zigzagueaba entre unos árboles, al frente se veía un rancho y un
aire de alivio vino sobre todo el grupo, la posibilidad de encontrar agua estaba
presente, la marcha volvió a tomar vida en un sendero que después de mucho
tiempo dejo de subir mostrándose algo más amistoso con sus caminantes, la
sombra de los árboles, la casa, una senda sin dificultades “agua” nos devolvía
vitalidad para encarar lo que al parecer sería la última parte de la subida.
Llegamos al rancho, lo rodeamos, gritamos, observamos cada rincón sin encontrar
vestigios de agua, habían botellas, mangueras, baldes pero ni un poco del
preciado líquido; un golpe muy duro para el momento que estábamos pasando, la
noticia de no encontrar agua era una posibilidad, pero la ilusión es inevitable
vivirla….
Había que recuperar energías, vitalidad, voluntad para seguir subiendo,
sin agua de reserva era una tarea muy difícil y había que encontrar la forma de
compensarlo. El cansancio aplaca nuestros sentidos, caminamos muchas horas del
día mirando hacia el piso, pocas paradas, poco tiempo para apreciar el paisaje,
mientras más cansado menos miramos hacia arriba, más duro se hacia nuestro
andar y frente a situaciones difíciles como esta mayor desgaste producíamos…El
plan era al abra, poder ver que había del otro lado y proyectar la ruta a
seguir, teníamos que seguir subiendo porque la luz se terminaba pero el
escenario que nos daba ese lugar nos invitaba a sentarnos a descansar, no
podíamos pasar por ese lugar mirando el piso y para compensar el esfuerzo nos
recostamos sobre una meseta, de espaldas al abra, con una vista
panorámica inmejorable, las mejores fotos del viaje fueron tomadas ahí, el
sol se filtraba entre las capas de montañas, podíamos ver a lo lejos como el
sol se iba perdiendo en la parte más alta del cerro, donde hace dos días
tocábamos el cielo en el abra de la cruz. Nos tiramos a descansar, comer, tomar
agua y chequear como seguiríamos, hacia donde debíamos caminar.
Teníamos que encontrar el abra de Limachi, un abra es la parte más baja
de un filo, de frente al filo la parte más baja se veía a la izquierda, frente
a nosotros un corral de ovejas nos obligaba a decidir si ir a la izquierda o a
la derecha, al parecer el camino más marcado nos llevaba a la izquierda.
Comenzamos a subir, nuevamente volvimos al esfuerzo notando que el efecto
reparador de la pausa, del paisaje se terminaba a cada paso, estábamos
cansados, con poca agua y con la preocupación de que nos sorprendería la noche
en el camino. Tardamos varios minutos en llegar al filo, todavía había algo de
luz pero el sendero seguía hacia el norte para sorpresa nuestra, ¨nosotros
íbamos hacia el Sur¨, subimos a la parte mas alta del filo, logramos
ver las yungas y la ciudad de Salta muy al fondo….buscamos el rumbo y
como todo navegador terrestre el filo siempre es una buena opción, caminamos
varios metros sobre el intentando conectar, encontrar el sendero que nos lleve
hacia las yungas. La luz del día se iba terminando y mientras el grupo hacia
una pausa para abrigarse me adelante para encontrar el sendero, camine hasta la
parte más alta para poder ver el camino, todavía algo de luz había y se podía
observar por donde seguir, caminamos todos juntos y el filo bajaba hacia una
quebrada, con árboles, pastizales hasta un punto donde el filo se convertía en
cañadón, muy alto y difícil para seguir bajando. Había sido un día
extremadamente largo, estábamos cansados, sin agua, el frio y la noche se nos
venía encima, el camino estaba a un cañadón de distancia y era muy
riesgoso seguir bajando por ahí, evidentemente estábamos fuera de rumbo en una
zona peligrosa para seguir avanzando, teníamos que actuar rápidamente con
lo poco de luz que todavía nos quedaba y la mejor opción era bajar hasta el
corral que se encontraba cerca de la casa para armar campamento ahí. Los chicos
mantenían una buena actitud frente a la situación, mostrando a esas horas que
todavía podían mantener entereza para afrontar el problema que se nos
presentaba, que eran lo suficientemente fuertes para dar un poco más y llegar a
un punto más seguro. Afortunadamente teníamos señal de celular y nuestro
apoyo desde Salta (Armando), nos decía que estábamos ubicados, que la mejor
opción era bajar y continuar al otro día por el camino que habíamos visto.
Iniciamos el descenso entre pastizales y piedras, hasta ese momento no
habíamos tenido necesidad de caminar por fuera del sendero con lo cual nuestro
andar fue siempre controlado por los riesgos que esto implicaba, había
que construir un camino y para ello era necesario estar muy concentrados para
no fallar en el intento, zigzaguear un poco para luego mantener altura, repetir
la operación una y otra vez sin perder de vista el corral que sería nuestra
referencia a seguir. Hicimos unos pasos hasta que notamos que Betty se iba
retrasando cada vez más, intentamos ayudarla pero su vértigo se apoderaba de
ella y a pesar de que lo intentaba no podía avanzar al ritmo requerido…había
que buscar otra estrategia que ayudara a ella y al grupo llegar al corral.
Hicimos una pausa parados en la falda del cerro en una posición de equilibrio
permanente ya que la pendiente del cerro era más que pronunciada,
intentamos mirarnos y tomar una buena decisión. El plan fue separarnos;
regresaría con Betty por el camino ya transitado a que se veía más sencillo,
mientras los chicos seguirían bajando por el fuera de pista. Había que
actuar antes de que se pusiera completamente oscuro y el paso sería más rápido
si solo éramos dos por el camino ya conocido. Martin con Gabriel se
ofrecieron a colaborar pero les pedí que colaboraran con el resto, que hicieran
lo que ya sabían hacer para armar el campamento y preparar la llegada de Betty,
les pedí continuaran bajando mientras con el GPS, linterna y mucho
cuidado podíamos volver sin grandes dificultades, tardaríamos más sin dudas
pero el vértigo se controlaría un poco mejor, frente a la separación se notó la
preocupación de todos, Gabriel insistió para acompañar a su esposa y yo insistí
para que el bajara junto a los chicos, todos se notaban cansados y frente a la
situación había que encontrar un punto de parada de inmediato. Así fue como
Martin encaro la bajada junto a Emi, Vicky, Luciana y Gabriel cerrando al final,
mientras ellos descendían nosotros volvíamos a subir por el camino más largo,
los Handy estaban chequeados, el plan estaba establecido, solo había que llegar
al corral para refugiarnos del frio, del viento, de la oscuridad, seguimos
subiendo y como todo esfuerzo, sobre todo si es extra, tiene su premio pudimos
ver desde lo más alto del filo la Ciudad de Salta iluminada por sus luces
nocturnas, no recuerdo si Betty logro apreciar ese instante en su estado de
estrés, ver la ciudad a la que deberíamos llegar en un día más de caminata fue
un descanso en medio de esa carrera contra la oscuridad. Sabía que los chicos
bajaban bien por el camino corto, el camino que hicieron ellos para poder bajar
hacia el corral, la parte más peligrosa la habían sorteado sin problemas,
desde arriba podíamos ver sus luces mientras nos comunicábamos por Handy y eso
nos tranquilizaba.
La oscuridad ya estaba en todo el filo, la visibilidad solo alcanzaba a
unos dos metros por delante de nuestros pies, había que bajar mirando el piso,
barriendo con la luz frontal en busca del mejor camino, la pendiente
tenía su dificultad pero el no tener luz significaba una ventaja sobre la
profundidad del declive, Betty no podía ver más allá de su linterna y
eso aplacaba su vértigo. Un paso por delante del otro fue la consigna, así
fuimos bajando mientras intentaba reproducir el mismo sendero por el que
habíamos subido, intentaba no improvisar ya que la falda tenía muchas piedras
sueltas y polvo que hacía más inestable nuestro descenso. Continuamos bajando
por unos minutos y sin esperarlo perdimos la luz de los chicos que estaban
bastante más abajo, eso fue desconcertante ya que era la única referencia para
establecer el rumbo, no podíamos ver nada y perder esa luz hizo que aumente el
nivel de adrenalina sobre nosotros, el GPS nos ubicaba perfectamente, pero uno
no navega con una sola referencia, se necesitan dos o tres para dar certeza al
paso elegido, agregado a eso no tenía retorno del Handy y el frio se sentía con
mayor intensidad.
Parados en el camino intente recuperar un poco de cordura para leer con
claridad la situación e intentar resolverla, más relajado la solución fue
apareciendo con Martin que nos llegaba desde un poquito más arriba entre las
piedras. Un alivio fue ver que él tenía en claro lo que nos quedaba de sendero
y entender que perder de vista fue a causa de una gran roca que nos impedía
seguir viendo más abajo, un momento difícil de sobrellevar para todos, pero una
buena oportunidad para mostrar que con las pocas horas en que todos convivían
había un gran espíritu de equipo, una empatía incondicional por el compañero.Una
alegría enorme desbordo dentro del corral cuando todos nos encontramos en ese
espacio oscuro cercado por paredes de piedras de un metro de alto. La
preocupación reinante se disipo con la alegría de verse nuevamente todos
juntos, Betty estaba nuevamente con el grupo y el largo día estaba llegando a
su fin.
Ya todos juntos era el momento de enfrentarse a la realidad, era de
noche, caminamos muchas horas, estábamos cansados, sin agua, hacia frio, estaba
oscuro y había que armar el campamento en un corral de piedras
sueltas….inmediatamente se armaron los equipos de trabajo, Emi-Gaby se
encargaron de las carpas, Vicky de los interiores, Lu del agua, Martin de la
Cocina y Betty se puso a cuidado de nuestra visita felina que no dejaba cocinar
a Martin, ¨un gatito en la montaña¨, mimoso, ronroneante, curioso y
muerto de hambre, por esta última razón quedo en custodia de Betty.
Se juntaron todos los recipientes que teníamos; botellas, caramañolas,
cantimploras y apenas teníamos 2,5 litros cuando teníamos capacidad para 14 a
15 litros entre todos, era lo que había y teníamos que superarlo!!. Se cocinó
con 300mml, nos hidratamos con 1 litro y guardamos el resto para el desayuno.
Son muy pocas las oportunidades de pasar por una situación como esta, sed, sed,
mucha sed!!!. Un día larguísimo lleno de sensaciones, de emociones y de
sacrificio….el grupo que apenas se había formado dos días atrás trabajó como un
gran equipo, solidario, compañero, contenedor, divertido!...se había superado
un día bastante difícil y nos esperaba otro similar, pero ya con la certeza de
que todo sería más fácil si continuábamos así. Un pequeño relax acostado sobre
las colchonetas corono la noche con un momento alucinante donde observar las
estrellas, las constelaciones que teníamos sobre nosotros fue la actividad,
para algunos más alucinante del viaje, luces brillantes depositadas sobre un
manto azul oscuro hipnótico escenario que ayudo a aplacar nuestra excitación
y prepararnos para ir a dormir.
Día 4, Buscando el camino.
Última noche en la montaña, los cuerpos se desplomaron en las bolsas
debido al cansancio del día, si bien conciliar el sueño fue todo un trabajo
debido a la conmoción de algunos cuando este se alcanzó todos descansaron hasta
el otro día, la sensación de sed se
dominó bastante bien y al parecer el sorbito de agua de la cena y el café de la
mañana sirvió para aliviar esa terrible falta de agua.
El campamento se desarmó rápidamente y en tiempo record estuvimos listo
para salir, la ubicación en la que estábamos era conocida solo había que
encontrar el sendero que nos llevara a una quebrada, una apacheta y una coincidencia
en el rumbo. Caminamos unos 500m por un filo hasta encontrar una apacheta, con
un camino que bajaba a una quebrada, bajamos con Martin para convencernos de
que era el correcto y luego de descender un poco nos dimos cuenta que era por
ahí. Comenzamos a bajar justo cuando el sol llegaba al filo, interrumpiendo el
saludo al sol de Lu que se encontraba sentada en posición de buda de cara al
saliente, una hermosa imagen para fotografiar pero era tanta la urgencia
por el agua que la foto podía esperar. Caminamos unos cuantos minutos hacia
abajo encontrando una pequeña vertiente donde el agua se veía sucia y
estancada. Las esperanzas aumentaban con cada paso, el andar se aceleraba
porque sabíamos que el agua estaba muy cerca.
Llegamos a una vertiente donde un breve hilito de agua caía sobre una
piedra metida en el cerro, era tan delgado que no podíamos poner las
cantimploras, así que cortamos una botella y la usamos como canilla para cargar
la primer botella de agua, rica, deliciosa, ¨era clara, era vida¨ dice la
canción, la mejor del mundo!!!…Nos quedamos en la vertiente unos 30 minutos
aproximadamente cargando botellas, bebiendo una, otra y otra vez todo el agua
que podíamos. Ya hidratados el ánimo volvía al grupo brindando una marcha más
que aceptable para ser el cuarto día de caminata. Caminamos por el fondo de un
arroyo que nos protegía del sol, un sendero amigable con mariposas
blancas que revoloteaban alrededor nuestro y en ocasiones se posaban sobre
nuestros hombros, seguimos el arroyo hasta llegar a un rancho abandonado donde
dos caminos se abrían en distintas direcciones, jugados con el tiempo no
teníamos muchas opciones de equivocarnos, por abajo sería más que beneficioso,
pero por arriba estaba más visible, transitado…una breve exploración y la
decisión fue tomada, habían dudas, claro que sí!! Pero había que actuar
rápidamente y al única forma de quitarnos esa duda era comenzando a caminar…Era
medio día y el sol nos aplastaba nuevamente, a pesar de que las mochilas estaba
más liviana el cansancio de los días anteriores se sentía enormemente, la
subida no era tan empinada comparada con los días anteriores pero las piernas
ya no daban más. Nuevamente nos metimos en una marcha lenta, silenciosa, no
sabíamos si el camino era el correcto y nos agotábamos a cada paso….pensar en
volver a bajar era demoledor, pero era inevitable eludir esa idea, nuestro
dominio mental de la situación estaba a punto de quebrar y eso aumentaba el
peso sobre nuestros hombros cansados.
No habían muchos indicadores para saber si deberíamos seguir por ahi.
Subíamos, subíamos mientras nuestro sudor bajaba por los contornos de nuestro
cuerpo hasta llegar al polvoriento sendero . Llegamos al filo, vimos un sendero
más transitado, visible que coincidía con el rumbo. Dejamos de subir y de
repente aparece el indicio que esperábamos, ¨la laguna¨, llegamos al esperado
estanque que nos indicaba la mitad del camino, felizmente estábamos muy
adelantados, la decisión fue la correcta y los ánimos del grupo aparecieron
nuevamente potenciados frente a la posibilidad de un casi rescate de nuestro
amigo Armando, quien nos esperaría en la bajada de San Lorenzo con alguna
sorpresa comestible y algo para beber. El sendero se transformó en un camino
horizontal que nos metía en las Yungas Salteñas, seguimos por el filo viendo
las copas de los árboles, caminamos con alegría fantaseando con lo que Armando
nos traería para comer, era evidente la necesidad de ingerir algo distinto, de
disfrutar de un descanso, de un final....el cuerpo estaba cansado, sediento,
dolorido, hambriento, quería llegar y lo demostraba en cada descanso, cada vez
llevaba más trabajo levantarnos del suelo, evidentemente se estaba entregando
por adelantado al final esperado….El grupo se separó brevemente en la bajada
hacia la quebrada, el entusiasmo por encontrar al salteño acelero nuestro pasos
y comenzamos a fluir en el camino, los pies se doblaban, las ramas nos raspaban
pero nada importaba….a unos minutos de llegar aparece Armando, un genio
de los genios con su mochila dispuesto a rescatarnos de nuestra hambruna
sacando de la misma su equipo de rescate; empanadas y coca cola!!!...un manjar
en las Yungas Salteñas, una fiesta en el sendero a San Lorenzo que termino en
agradecimientos, halagos y más agradecimientos por la acertada elección de
nuestro rescatista que se tomó el día para caminar por sus montañas
queridas!!!...con el sabor de las empanadas volvimos a caminar rumbo a San
Lorenzo. No completamente satisfechos frente a la panzada que nos dimos seguimos
caminando esta vez pensando en la cena, asado, empanadas, cerveza vino, etc.
todo lo que se podía comprar pasaba por nuestras mentes.
El final de la travesía estaba a unos minutos y la carga emocional se
venía asomando con la llegada a la civilización. Al fin estábamos en San
Lorenzo, al fin más de uno de nosotros hacia realidad su sueño de realizarse,
de vivir la montaña, de experimentar una aventura superadora, de tomar el
riesgo frente a lo desconocido, controlar sus miedos y vivir cada instante con la
entrega que la situación requiera….aprender, entender que dentro nuestro estaba
todo lo que necesitamos para superar estos 72km en la Puna Salteña, que el ¨sí
puedo¨ es más firme si lo hago con un compañero, con un equipo, convencido, con
deseo de superarlo, de quererlo, de alcanzarlo…todo absolutamente todo dependió
de nosotros, sentirnos realizados por lo vivido en estos cuatro días será una
sensación que no debemos olvidar, lo que hicieron, lo compartido, lo superado,
los instantes de felicidad, de incertidumbre es algo que no vamos a olvidar.
…no podemos pretender tener éxito del principio, muchas veces en la vida
rezamos y esperamos que se nos den las cosas, nos conformamos!, nada está
hecho, nada es imposible, ni siquiera lo imposible…todo depende de nuestra
voluntad, de esa fuerza que tenemos adentro de decir ¨sí puedo¨ a cada desafío,
tenemos el poder cuando estamos convencidos, cuando estamos decididos, cuando
de verdad queremos algo…(Tintin Vizentin)
Gracias por la voluntad que le pusieron!
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